El tiempo que tardó la industria del cuidado de la piel en destruir la piel humana
Después de 11 años en el sector del cuidado de la piel, me he dado cuenta de que hay una historia que se repite muy a menudo. Por lo tanto, he pensado en volver a contar esta historia con la ayuda de una persona ficticia a la que he decidido llamar Anna.
Anna tiene ahora 39 años y tiene, según ella misma, una piel muy desequilibrada. Es a la vez grasa, seca y sensible. Los problemas de piel de Anna empezaron a una edad temprana. Ya a los 14 años empezó a tener acné hormonal. Por si fuera poco, su adolescencia estuvo llena de mucho estrés por la vida cotidiana. El estrés, a su vez, provocó más acné, lo que hizo que Anna se estresara aún más. Se estaba formando una espiral viciosa.
Cuando Anna tenía 17 años, buscó ayuda por primera vez para su acné. Acude al centro médico más cercano, donde por fin conoce a un dermatólogo. El médico decide rápidamente que Anna debe tratar su afección con tetraciclinas (un tipo de antibiótico). El objetivo principal de este medicamento es matar las bacterias (cutibacterium acnes) que causan el acné.
Al cabo de unas semanas, Anna obtiene muy buenos resultados y solo le quedan unos pocos granos. Su felicidad es enorme. El tratamiento con tetraciclinas dura cuatro meses y la piel de Anna mejora cada vez más. Cuando está a punto de dejar el tratamiento, le aconsejan que utilice un par de productos suaves para el cuidado de la piel de la farmacia.
Pasan los años y Anna experimenta con varios productos para el cuidado de la piel que le recomiendan amigos, blogs y personas influyentes. No tiene tantos granos como en la adolescencia, pero su piel parece cada vez más sensible. Cada vez que prueba un nuevo concepto de cuidado de la piel, tiene la sensación de que se le inflama. Cuando Anna cumple 30 años, su piel se deteriora rápidamente. Se enrojece con facilidad y le cuesta soportar los cambios de tiempo, el estrés y el café. Vuelve al dermatólogo, que le diagnostica rosácea.
El dermatólogo considera que la piel y el historial de Anna son tan problemáticos que le receta el medicamento Soolantra. Se espera que este medicamento le permita eliminar los agentes patógenos que se cree que son la causa de la rosácea. Anna sigue el tratamiento durante tres meses y su piel vuelve a mejorar. Al final del tratamiento, se le vuelve a aconsejar que utilice productos de farmacia no perfumados. Como Anna tiene un gran interés por la piel, hace caso omiso de este consejo y acude a una clínica privada de cuidado de la piel.
La clínica decide que Anna debe utilizar productos suaves sin perfume y someterse a un tratamiento facial cada seis semanas.
Los días se convierten en semanas, las semanas en meses y los meses en años. Anna sigue teniendo una piel muy desequilibrada, pero intenta por todos los medios mantenerla equilibrada. Se aplica muchos productos para el cuidado de la piel con ácido hialurónico, ácido láctico y otras sustancias hidratantes.
Cuando Anna tiene 38 años, lee un artículo sobre una marca de productos para el cuidado de la piel que tiene un enfoque diferente de la salud cutánea. La empresa habla de devolver a la piel su forma evolutiva. Le pica la curiosidad y, tras leer buenas críticas, decide encargar el producto.
El jueves por la noche, Anna desenvuelve con impaciencia el paquete con el producto. ¿Será por fin la solución que estaba buscando? Decide dejar de usar todos los demás productos que ha estado usando y utilizar únicamente este nuevo producto milagroso. Por la noche, se aplica el producto y se acuesta. Hace lo mismo por la mañana y por la noche. Dos días después, Anna se despierta con la piel seca. Se siente completamente desequilibrada y parece que la piel ha perdido por completo su capacidad de producir humedad.
¿Cómo es posible? ¿No sería este producto el que salvó la piel de Anna?
La respuesta está en la historia de Anna. Permítanme explicarles cómo. Nuestra piel es un órgano asombroso pero extremadamente complejo que se ha desarrollado a lo largo de 1,9 millones de años de evolución. Está formado por bacterias, virus, hongos, protistas, arqueas, melanocitos, glándulas sebáceas, glándulas sudoríparas, células cutáneas y sistemas de señalización. Todos estos elementos trabajan juntos para mantener la piel sana.
Lo que ocurrió cuando Anna tenía 14 años fue que su compleja piel se vio alterada por el estrés y el desequilibrio hormonal. Desde entonces, lleva años intentando encontrar soluciones a corto plazo para tener una piel sana. Cada vez que prueba un nuevo concepto de cuidado de la piel, ésta aprende que no tiene por qué funcionar como se supone que debe hacerlo.
Cuando añade productos que reducen drásticamente la producción de sebo, su piel lo compensa intentando producir más sebo. Cuando añade productos con niveles extremadamente altos de hidratación (como el ácido hialurónico), la piel aprende que no necesita producir una gran cantidad de hidratación por sí misma. Cuando añade sustancias antibacterianas para mantener bajo el número de patógenos (por ejemplo, cutibacterium acne), enseña a la piel que no necesita contrarrestar la aparición de patógenos.
Una vez que Anna ha manipulado su piel sin saberlo tras décadas de diversos conceptos de cuidado de la piel, el camino de vuelta es muy largo. Cuando deja de utilizar aquello a lo que su piel se ha acostumbrado, se vuelve seca, grasa, brillante y apagada al mismo tiempo. Esto se debe enteramente al hecho de que la piel ya no sabe cómo funcionar correctamente.
El dilema es que si Anna quiere una piel sana, tiene que soportar este difícil periodo de desequilibrio. Tras el desequilibrio, experimenta un nivel de salud cutánea que nunca antes había experimentado. Afortunadamente, Anna consigue aguantar y hoy goza de una salud cutánea con la que la mayoría de la gente ni siquiera se atreve a soñar.
Nuestra piel se ha desarrollado a lo largo de 1,9 millones de años de evolución. Durante los primeros 1,899 millones de años, no tuvimos cuidado de la piel. En 2022, la industria del cuidado de la piel facturó 2 billones de coronas suecas. Es una industria enorme que se alimenta de nuestra piel cada vez más enferma. Año tras año.
Es hora de que nos replanteemos y desafiemos a la industria del cuidado de la piel que está provocando el colapso de nuestra piel.
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